Contaré, sin entrar en pormenores
que una rueca fatal me pinchó el dedo,
se borraron las letras de mi credo,
me adormecí en un mundo sin colores.
Aprendí a soportar los sinsabores.
caminando sin prisa y sin denuedo;
ahora voy por inercia, el paso quedo,
no tengo ya alegrías ni temores.
Ciega y muda recorro el laberinto
esquivando las sombras y los gozos,
llevada de la mano por mi instinto.
Evito las montañas y los pozos,
cada día es igual, pero distinto,
trivial, sin sufrimientos ni alborozos.
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