Sálvame de mí misma, ¡oh, cordura!,
impregna de sapiencia mis sentidos
no permitas que cesen los latidos
de un corazón propenso a la amargura.
Si me encuentro en la extraña tesitura
de elegir entre días doloridos
o la paz de los cielos prometidos,
ayúdame a dejar la senda oscura,
y a salir de la terca confusión
que se enreda en mi mente trastornada
y en la que se ha instalado mi razón.
Muestra piedad por mí, que estoy cansada
de luchar con denuedo y con pasión
y he dado por perdida esta cruzada.
-.,-.,-.,-.,-.,-
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