Me enfrento al papel blanco, a ver qué sale
con buena voluntad y bien dispuesta,
me afano en discurrir, pero me cuesta,
y si algo se me ocurre, no me vale.
Frente a la dispersión no hay quien me iguale,
pasa una moto, el ruido me molesta,
pienso en las musarañas o en la siesta,
y no encuentro una musa que me avale.
Me estrujo las meninges con denuedo
y el resultado casi me abochorna,
pero avanza el soneto, yo no cedo.
A acabar este engendro al fin procedo
y si la inspiración jamás retorna
siempre podré decir: ¡Me importa un bledo!
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