La cruel inocentada del destino
me produjo una herida en lo más hondo;
vi que mi realidad tocaba fondo
y que aquello era el fin de mi camino.
Pero fuerte y vital me he mantenido
y he nadado hacia arriba con denuedo,
con la cara anegada en llanto quedo
y con el mustio corazón transido.
Sobrepuesta a la pena y la desgracia,
demostrando entereza y energía
mi animosa andadura proseguí.
El tiempo ha demostrado su eficacia
y aunque la herida duele todavía
hoy siento que orgullosa estoy de mí.
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