Tengo un flemón, malvado y lacerante
que de pronto en mi boca ha aparecido,
la fiebre a 39 me ha subido
y me encuentro agostada y delirante.
Ayer, tan saludable y exultante
y hoy me siento morir, nada he dormido;
lo que me hace pensar, aunque es sabido,
que la vida te cambia en un instante.
El doctor me ha llenado de recetas:
febrífugos, calmantes y antibióticos,
que me van a dejar como una rosa.
A pares yo me tomo las tabletas
cuyos efectos –dice- son simbióticos
si soy tenaz, estricta y rigurosa.
Mas me temo una cosa,
cuando el flemón resulte al fin curado
voy a tener el hígado arruinado.