18.11.18

EL FLEMÓN


 Tengo un flemón, malvado y lacerante

que de pronto en mi boca ha aparecido,

la fiebre a 39 me ha subido

y me encuentro agostada y delirante.


Ayer, tan saludable y exultante

y hoy me siento morir, nada he dormido;

lo que me hace pensar, aunque es sabido,

que la vida te cambia en un instante.


El doctor me ha llenado de recetas:

febrífugos, calmantes y antibióticos,

que me van a dejar como una rosa.


A pares yo me tomo las tabletas

cuyos efectos –dice- son simbióticos

si soy tenaz, estricta y rigurosa.


Mas me temo una cosa,

cuando el flemón resulte al fin curado

voy a tener el hígado arruinado.


17.11.18

QUIJOTES Y SANCHOS

 Hoy trato de escribir una semblanza

de un personaje que bien lo merezca,

aunque tampoco quiero que parezca

que en mi pensar alabo a Sancho Panza.


Intento, en vano, no glosar la danza

del molino, y un aspa que me ofrezca

la idea de que a sus manos no perezca

y que, a su vez, me llene de esperanza.


Hay que poner los pies sobre la tierra

sin expulsar del todo al buen Quijote

que cada uno dentro de sí encierra.


Y no temáis si os cuelgan algún mote,

peor le va a quien su alma entierra

e impide que su loco salga a  flote.



16.11.18

TACONES


 "Hay que sufrir cochura por hermosura"

es un sabio refrán, según mi abuela;

pero debes seguirlo con cautela

porque la realidad puede ser dura.


¿Quieres estar divina? Pues tortura

tu espalda con tacones, aunque duela.

No importa el sufrimiento, te consuela

ganar en contoneo y en altura.


Si quieres destacar por tu belleza

no olvides aplicarte maquillaje

y llevar bien peinada la cabeza.


Que cada cual infiera su mensaje.

Por ser esclavas de nuestra apariencia

andamos fastidiadas con frecuencia.


¿Es esto autoviolencia?

Me parece excesivo el sacrificio,

porque más que "cochura" es un suplicio.

5.11.18

CON BUENA VOLUNTAD

 



Me enfrento al papel blanco, a ver qué sale

con buena voluntad y bien dispuesta,

me afano en discurrir, pero me cuesta,

y si algo se me ocurre, no me vale.


Frente a la dispersión no hay quien me iguale,

pasa una moto, el ruido me molesta,

pienso en las musarañas o en la siesta,

y no encuentro una musa que me avale.


Me estrujo las meninges con denuedo

y el resultado casi me abochorna,

pero avanza el soneto, yo no cedo.


A acabar este engendro al fin procedo

y si la inspiración jamás retorna

siempre podré decir: ¡Me importa un bledo!