Aún siendo muy pequeña, con premura,
las letras y las sílabas juntaba,
apenas escribía, pero ansiaba
el placer de entregarme a la lectura.
Como era reducida mi estatura
al mostrador apenas alcanzaba,
pero el olor a libros me embriagaba,
con un halo de ensueño y aventura.
Al deslizar mi mano por sus lomos
como tierna caricia temblorosa,
mi razón infantil y fantasiosa
se veía entre hadas y entre gnomos.
Habitando sus mundos irreales
llenos de peripecias demenciales.
Horas tan especiales
que el aroma de aquella librería
perdura en mi recuerdo todavía.
\\\\\\\\\\\\\\\
No hay comentarios:
Publicar un comentario