Me despierto, doy gracias porque vivo;
unas respiraciones, un bostezo,
medito unos momentos, luego rezo
para hallar en mi vida un objetivo.
Entono un mantra, pienso en positivo,
confío en no tener ningún tropiezo;
me estiro con fruición, me desperezo,
la desidia y la abulia me prohíbo.
Llegados a este punto me levanto
y abro con optimismo la ventana,
disfrutando feliz del aire puro.
Al entrar en la ducha incluso canto,
se presenta admirable la mañana
si logro no pensar en el futuro.