El ensalmo que, en voz baja, murmuro
sobre el agua que hierve en el caldero,
donde nadan mandrágora y romero,
servirá para hacer un buen conjuro.
Cuando luego el brebaje esté maduro,
si el hechizo me sale como espero
conseguiré el aspecto que yo quiero,
a ver si de una vez me transfiguro.
Al llegar a su punto de sazón
beberé diligente un buen tazón,
y sabré si funciona el sortilegio.
Solo pensarlo tiemblo de emoción,
y si me sobra un poco de poción,
de probarla tendréis el privilegio.
No es ningún sacrilegio;
¡Quiero ser elegante, esbelta y bella,
aunque me infle de helado y de paella!