Caminando descalza por la arena
mientras el mar me lame y me acaricia,
el tiempo se detiene , una delicia
que llena mis sentidos, me serena.
Con estos resplandores, en la tarde,
los mares de los cielos son espejos;
gozo de los colores y reflejos
de los que el paraíso hace alarde.
El murmullo del agua me acompaña,
con su voz melodiosa y repetida
y el sol con su calor me reconforta.
Me veo envuelta en una paz extraña,
de armonía y de calma abastecida
y ajena a cualquier cosa, sigo absorta.
Es la vida tan corta
que debemos anclar estos momentos
y al disfrute que surja, estar atentos.